En estos tiempos que hay tanta gente pasándolo mal económicamente, en donde las organizaciones caritativas y ongs están a tope de trabajo intentando que los que menos tienen puedan cubrir sus necesidades básicas, nos piden a todo el que pueda que aporte su granito de arena. Y mi granito de arena ha sido en forma de pastillas de jabón. El invierno pasado, escuché como pasaba por mi calle una caravana de recogida de alimentos de Cáritas. Cogí algunos productos que tenía en la despensa y los entregué dichosa. Pero se me encendió una lucecita y pensé que también podría donar jabón, porque la higiene también es una necesidad fundamental. Hablé con algunos voluntarios de la organización y tras explicarles que serían jabones cosméticos para uso corporal, aceptaron gustosos.
Así que durante estos meses he ido haciendo barras de jabón castilla o cocoliva aprovechando además en ellas restos, recortes y refundidos en forma de inclusiones o rallados o mezclados los refundidos con masas nuevas. Han salido más de quince kilos.

Hace dos semanas los llevé a la sede de Cáritas y fiajos qué casualidad que tenían las existencias de gel de baño casi agotadas. Divina providencia dijeron.

Ya sé que muchos de vosotros sólo haceis jabón para uso de familia y amigos. Pero aquel que pueda y quiera tiene aquí una estupenda oportunidad de colaborar con el producto de su trabajo y/o afición hecha con cariño y conciencia. Nada más era esto.
