Esta historia no me es desconocida... mi abuela Carmen, en los años cuarenta, años de auténticas penurias para la gente, hacía jabón y lo intercambiaba. Era un jabón de batalla pero que después y al mejorar la situación económica tras irse a Francia, fue perfeccionando, añadiendo cosillas de modo que luego era jabón de "categoría" y se lo vendían en la tienda de ultramarinos del pueblo.
Poco a poco, fue recibiendo pedidos y hasta hace unos años ha estado dándole al jabón. Lástima que ahora esté tan pachucha, pero aún así tenemos en la cámara de la casa del pueblo, una leja con sus últimas producciones... Cada vez que lo veo, siempre pienso lo mismo: Pues no me queda ná que aprender a mí.
